Búscame, como antes hacías. Encuéntrame y déjame preguntarte, con los
ojos hinchados de extrañarte de una manera tan irracional, si no me quieres. Si nunca me has deseado como si te fuera la
vida en ello. Si al mirarme no sentías a tu alma volcarse en el infinito de un
color, empaparse de la dulzura del no poder apartar los ojos de mí, erizarse al
sentirse unida a la mía. Déjame preguntarte si no te refugiaste en mi aliento
aquel día y si no te estremeciste cada vez que mis roces elegían tu cuerpo. Si
nunca has querido levantar el rostro y mirarme de frente, emergiendo ante lo
soñado, borrando mi boca al acariciarla tantas veces como tu temblor te lo permitiría,
combatir mis ganas con las tuyas, regalarme tus manos y tu azul y borrar la
herida que causó el silencio. Contéstame, y dime por fin que eres real,
que eres un sueño con fundamento, que podré tocarte sin miedo a que te
evapores. Que no tendré que temer cuando abra los ojos. Que te encontraré a mi
lado.
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