viernes, 10 de agosto de 2012

Confesiones


Que si el barco se hundiera... tú serías el capitán. Tenía planeado escribir cuentos con nuestra historia que no fue; la Luna te la iba a bajar todas las noches o, por el contrario, te subiría yo a ella. Nos sentaríamos en unos de sus gigantescos cráteres y observaríamos la atmósfera del planeta Azul del que huíamos. Te iba a curar las heridas, poco a poco, con canciones, palabras y susurros de media noche. Saldrías reparado del pasado que te rompió el corazón y yo con un poco del hilo que nos unía cosería los pedacitos que quedaron en el suelo de la habitación. Y el colchón hubiese salido todas las noches para contemplar las constelaciones y los domingos astrománticos se alargarían para tapar todas las semanas. Y pelearíamos con almohadas repletas de plumas que escaparían a cada rincón y sentiría lugares de mi cuerpo que jamás pensé que existían. Y en cada hoja en blanco escribiría tu nombre, tu inicial o el título de tu canción preferida y los convertiría en aviones de papel, nosotros nos encogeríamos y volaríamos por el mundo. Sin prisas, sin preocupaciones, sin daños. Y cada día, antes de dormir, te escribiría un poema en tu espalda y buscaríamos estaño para soldarnos y fundirnos y amanecer siameses y quedarnos así. Así, así… Pero te fuiste.”

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