- Pobre desgraciado -dijo, haciéndole cosquillas en la
cabeza-, pobre desgraciado que ni siquiera tiene nombre. Es un poco fastidioso
eso de que no tenga nombre. Pero no tengo ningún derecho a ponérselo: tendrá
que esperar a ser el gato de alguien. Nos encontramos un día junto al río, pero
ninguno de los dos le pertenece al otro. El es independiente, y yo también. No
quiero poseer nada hasta que encuentre un lugar en donde yo esté en mi lugar y
las cosas estén en el suyo. Todavía no estoy segura de dónde está ese lugar.
Pero sé qué aspecto tiene. -Sonrió, y dejó caer el gato al suelo-. Es como
Tiffany's -dijo-. Y no creas que me muero por las joyas. Los diamantes sí. Pero
llevar diamantes sin haber cumplido los cuarenta es una horterada; y entonces
todavía resulta peligroso. Sólo quedan bien cuando los llevan mujeres
verdaderamente viejas. Maria Ouspenskaya. Arrugas y huesos, canas y diamantes:
me muero de ganas de que llegue ese momento.
Me ha encantado tu blog, la verdad me parece que tiene muchísima personalidad :) Pásate por mi blog si quieres ( http://callejones-sin-salida.blogspot.com/ ) además quiero encontrar/formar un grupo de bloggers para ayudarnos. Besazos ^^
ResponderEliminar