jueves, 9 de septiembre de 2010

Lo que nunca sucedió


Bajé a la orilla y me senté en la arena, donde años atrás había esparcido sus cenizas. La misma luz de aquel día encendió el cielo y sentí su presencia, intensa. Comprendí que ya no podía ni quería huir más. Había vuelto a casa. En sus últimos días prometí que, si ella no podía hacerlo, yo acabaría esta historia. Aquel libro blanco que le regalé me ha acompañado todos estos años. Sus palabras serán las mías. No sé si sabré hacer justicia a mi promesa. A veces dudo de mi memoria y me pregunto si únicamente seré capaz de recordar lo que nunca sucedió. Te llevaste todas las respuestas contigo.

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