martes, 9 de agosto de 2011

Cartas sin sello I


Una tarde que iba de la mano con una noche. Un cierto número de febrero de 2010. Una cuenta atrás para verle a él… y tú eclipsaste todo lo que llevaba esperando. Eras 'el amigo', estaba comprobado que él era el rey del día y tú el príncipe. Pero no fue así en absoluto. No, tú merendaste y cenaste la tristeza de mi interior a base de miradas. Y no te quiero, qué absurdo, y nunca te quise, qué absurdo dos veces. Si escribo estas cartas es para que sepas que te echo de menos. Te echo de menos porque es posible echar de menos a alguien que, en cierto modo, no se ha tenido, ¿no? Echo de menos perderme en lo más absoluto del negro de tus ojos; tus grandes manos apartándome el flequillo de la cara y pasando las hojas de un libro que, en aquella habitación, éramos los únicos que conocían su significado; cuando te reías y me mirabas de reojo esperando que yo también riera. Me ayudaste de una forma impensable, y ahora al recordarlo me echo a temblar. Duele el saber que ahora tú lo pasas mal, sería una estupidez ir a buscarte y decirte que lo siento y que estoy aquí, allí, y donde tú quieras que esté. Y otra estupidez es imaginar que tú, y tu sombra; o mejor no, que sea de noche, sin sombra; que un día tú vendrás acompañado de una gran sonrisa de esas tuyas que tanto me gustan que sustituirá al típico ramo de rosas, nos diremos todo lo que tenemos que decirnos y nos quedaremos el resto del tiempo que queramos abrazándonos, mirándonos y haciendo todas esas cosas que los demás no entienden. Pero es que ni yo misma entiendo porque me gusta tantísimo mirarte a los ojos, y porque me cuesta tanto cuando se trata de los demás.

Destinatario: Un tú que ahora está ausente.
Remitente: Un mí que siempre estuvo ausente.
Cartas para ti que nunca cruzarán un buzón, por tres veces absurdo. 
(mi mano escribe: tú. tú. tú. tú. te echo de menos. absurdo. tú. tú. tú. tú.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario