lunes, 29 de agosto de 2011

Cartas sin sello IV


Lo normal cuando te rompen el corazón es quedarte en un rincón de tu tristeza llorándole a la soledad al tiempo que, con pegamento de barra, vas pegando los pedazos de tu corazón ahora vacío y desorientado. Sí, bajo mi punto de vista, eso es lo que haría una persona normal. Pero yo nunca me he considerado una persona normal, no, las personas normales son grises y dejan que los sueños se les escapen. Yo me quedé en la penumbra de mi habitación contándoles a las estrellas el cómo, maldiciéndome por no saber el porqué, y ellas bajaron del cielo para recoger mis lágrimas en un trozo de papel. Pero todo cambió; salí de mi tristeza ése día y me enfrenté al mundo con una sonrisa, aunque más muerta que viva. Y tú, siempre tú, fuiste la única persona que se dio cuenta. Buscaste en lo más profundo de mis miradas y allí, como si del juego del escondite se tratase, encontraste mi desolación. Y la hiciste ilusión, vida, sonrisas, alegría... sólo para mí, para ti, para un nosotros inventado por mis sueños de princesa de metro. Ahora mis manos se auto dibujan corazones cuando tu recuerdo aparece libre de impuestos en su mente, mis ojos brillan con una intensidad envidiada por la luz cuando sienten los tuyos posados en ellos, mis sonrisas son tan grandes y sinceras que se escapan de mi rostro. Aprender de corazones rotos para contárselo a cartas que no pasarán por un buzón, que se perderán en el abismo del miedo a perderte a ti, que no te tengo.

Bajaron las estrellas.
(cartas para ti.)

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